Inseparable de otro de los genios de la costura, Juanjo Oliva, fueron uña y carne durante varios años, incluso llegaron a abrir juntos un espacio en la madrileña calle Nuñez de Balboa, Egotherapy, donde se podían encontrar los diseños de ambos.
Cada uno emprendió caminos diferentes años después y mientras tanto Juanjo Oliva, creador hecho a si mismo y ejemplo a seguir seguía su camino hacia la cumbre, Carmen March, la niña de papá que jugó a ser diseñadora apoyada por su familia, anunciaba el cierre de su firma ante la sorpresa de muchos, pero para los más allegados no fue tal sorpresa: una empresa con más gastos que beneficios no era el ideal de negocio que ella le había vendido a sus padres años atrás. Como buenos financieros supieron cerrar a tiempo antes de que la catástrofe fuera mayor augurando que venían tiempos difíciles.
El mes pasado nos llegaba una nota de prensa en la que se anunciaba que Amaya Arzuaga cerraba sus fábricas en España y se llevaba toda la producción al extranjero, debido que los costes en el territorio nacional eran muy elevados. A mediados de noviembre era un secreto a voces: Amaya Arzuaga cerraba todos sus negocios en España, entre ellos la mítica tienda de la calle Claudio Coello.
De momento la firma continúa, con la producción que antes se llevaba a cabo en Lerma y daba empleo a una treintena de personas, fabricando a partir de ahora en India o China.
Una vez más vuelve a estar el debate encima de la mesa: ¿realmente las propuestas más arriesgadas y aplaudidas en la pasarela son tan deseadas en la calle? Cuando se ha conjugado talento creativo con el apoyo financiero familiar, ¿qué puede haber fallado en tal ecuación? Esperemos que esta crisis no siga rompiendo sueños y sigan cerrando firmas....
Monsieur Pablo P..
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